Y otro año más, ya llegó el tiempo
de ir a moras.
Este año hay muchísimas, pero hay
que saber elegir el sitio dónde ir a por ellas, porque ha habido “seca” y están
bastante esmirriadas por algunos sitios, y super gordas en otros.
Hasta en el mundo de las moras la
cosa está mal repartida.
No he querido indagar sobre aquella
prohibición que nos dijeron el año pasado que existía sobre la recogida de
moras, porque me ha parecido una solemne tontería, lo que no quiere decir que
las solemnes tonterías no estén penadas, que sí, que lo suelen estar…… pero
dejémoslo correr…..
Las moras aparte de ser riquísimas,
ya de por si, dan pie a cocinar muchos inventos con ellas y casi todos, casi
casi, salen buenos.
A los niños les suele gustar
caciplar entre cacerolas las tardes de lluvia y si es espachurrando moras, que
se pueden poner perdidos, pues mejor que mejor.
Hay una manera de comer moras, que a mí por
recordarme a esos sabores de pequeña,
que relacionas con otro momento en mi caso muy dulce – no de sabor, sino de
tiempo - , eran las moras que mis
abuelas metían en anís, y dejaban macear y a escondidas de mi madre me daban….. un “dedalín”, -como ellas decían- y
entonces ….. ¡ probabas la gloria!
. Os
lo estoy contando y me está sabiendo.
Nunca he vuelto a tomar nada parecido, igual es que ellas, le echaban de
sus “cosas especiales” además y nunca llegaron a decirlo, o simplemente eran
sus manos las que hacían que aquello fuera una bebida para deidades o que igual por estar
prohibida hacía que te supiera más rico o todo ello a la vez,
pero mmmmmm, era riquísimo, riquísimo. Y luego del
“dedalín” si tenías la suerte de tomarte una mora empapada en aquel anís, pues
ya ¡Te morías…!
Habrá que ir a ellas antes de que se
acaben, los pájaros son super hábiles y se van comiendo las mejores.
Ana
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