Quisiéramos que nuestro blog fuera una especie de revista. entretenida, informativa y si acaso cultural.

miércoles, 14 de enero de 2015

La Colada

La colada
¿Quién de nosotros no tiene en su casa una lavadora? Creo que nadie, incluso tenemos en una segunda residencia, en el camping, ahora nos resulta increíble poder vivir sin ella. Se oye a algunas mujeres decir en las tiendas… bueno, yo sin la plancha... pero¡¡¡ madre mía!!! Sin la lavadora…¡¡¡imposible!!! Pues bien, no hace tanto que los usos eran bien distintos, y ya no hablo de ir a lavar al rio, al lavadero, a los manantiales… hablo de Hacer la colada.
Colada, en asturiano colá o bogá.
Para hacer la colada se disponía la ropa en una tinaja o coladero, se colocaba la ceniza y se iban echando  calderadas de agua lentamente, cada vez más caliente que la anterior. Se colocaba la tina sobre una piedra circular, (yo he visto una en la casa de Cuencas, y otra en la fuente de Balmori) que tenía un canalillo, el coladeru, se ponía un saco sobre la tina con la ropa y sobre éste se echaba la ceniza con un poco de laurel. Se vertían encima tres jarros de agua templada, tres de agua caliente, tres de espumosa y tres de agua hirviendo, todos con su lejía. Se deja cocer, y luego el agua cae al coladeru y de ahí a la fuente de piedra llamada Pisón.
La Colada consiste en colar con la ropa sucia ceniza previamente hervida y convertirla en líquido, cuya operación hace que al penetrar el líquido de ceniza a través del tejido de las ropas queden éstas limpias y blancas.

¿Y cómo se realizaba el laborioso trabajo de la Colada?




Para explicar con exactitud el proceso que las mujeres llevaban a cabo en la operación de la Colada, debemos dividirlo en cuatro partes:

1ª. Cocimiento de la ceniza.

2ª. Preparación de la ropa para la colada.

3ª. Acto de la colada propiamente dicha.

4ª. Aclarado de la ropa ya colada.

COCIMIENTO DE CENIZA

La cantidad de ceniza a cocer sería proporcional a la cantidad de ropa que habría que limpiar; como ésta siempre era grande, grande tenía que ser la cantidad de ceniza a emplear y que previamente se había ido recogiendo a lo largo del año de la cocina en que ordinariamente se hacía el fuego para cocinar y que había sido colocado en un lugar de la casa llamado Cenicero.

Para poder cocer esa gran cantidad de ceniza se empleaban grandes calderas de cobre que, por sus múltiples aplicaciones, todos los hogares las tenían.

Ahora bien, para hacer hervir el agua en la caldera y en ella cocer la ceniza era necesario aplicarla un intenso y prolongado fuego, cosa que se hacía en un lugar donde no molestara el viento y donde tuviera salida el humo inmenso que se producía.

A este lugar se le llamaba vulgarmente "Lejiero" y en él hacían las coladas todas las familias del pueblo.

En general, los varones, preferentemente los mozos, eran los encargados de aportar la leña necesaria para la cocción que se iba a realizar y, en muchos casos, eran ellos también los que colocaban la caldera sobre unas grandes trébedes y depositaban en ella el agua que se precisaba, e inclusive hacían el fuego y lo atizaban hasta hacer hervir el agua.

Cuando el agua estaba en ebullición se le aplicaba la ceniza fina que se había elegido del Cenicero y se le hacía hervir hasta convertirlo en líquido llamado "cernada" que sin dejarlo enfriar se iba vertiendo sobre la ropa adecuadamente dispuesta para ser colado por ella.

PREPARACION DE LA ROPA PARA LA COLADA

Mientras se hacía la cocción de la ceniza y no lejos de la caldera, se preparaba una base de maderas que permitiera discurrir el agua que la colada iba a despedir. Sobre esa base se colocaba una gran canasta hecha de mimbres en la que se colocaba ordenadamente la ropa que se iba a lavar, que previamente había estado a remojo unas horas antes. Se empezaba por poner en el fondo la pieza más fuerte de lienzo, a continuación, las sábanas hasta terminar por apilar las prendas más finas y delicadas, que siempre eran cubiertas por otro lienzo fuerte sobre el que se echaba toda la "cernada" y al que se denominaba "cernadero".

ACTO DE LA COLADA PROPIAMENTE DICHA

Este trabajo era muy corto, pero había que hacerlo con mucha precaución, porque sencillamente consistía en coger con un cubo el líquido cenizoso de la caldera en ebullición y colocarlo sobre la ropa acondicionada de la canasta, operación que se tenía que repetir cuantas veces fuera necesaria hasta dejar vacía y limpia la caldera. Y se dice vacía y limpia porque la ceniza que quedaba cocida y en forma pastosa, también debía extenderse sobre la ropa.

Durante toda esta operación el líquido cenizoso iba penetrando a través de toda la ropa acondicionada en la canasta y por el entretejido de los mimbres caía hasta el suelo donde era canalizado por las maderas colocadas previamente discurriendo a un lugar determinado donde se deposita sin causar molestias ni perjuicios.

Para cuando este trabajo ha terminado también se ha acabado el día y, llegada la noche, las mujeres, en este caso las mozas, lo dan por terminado, dejando la labor en estas condiciones hasta el día siguiente en el que han de madrugar para realizar el aclarado de toda la ropa.

Pero no solía terminar esta penosa tarea sin algún rato de alegría y algazara. Porque los mozos casaderos del pueblo, al acercarse la época de hacer las coladas se preocupaban por averiguar cuándo iban a hacer la colada las mozas con las que les interesaba sostener alguna relación amorosa, o al menos con las que querían pasar un tiempo distraído y divertido en su compañía.

Conocedores, por tanto, de la marcha que llevaban los trabajos de la colada que realizaban las mozas interesadas, se juntaban tantos mozos como mozas había empleadas en la faena y, antes de que éstas la terminaran, se presentaban en el lugar con el pretexto de ayudarlas en los últimos trabajos.

Si las mozas recibían la visita con agrado, los chicos se deshacían en atenciones para con ellas ofreciéndose a hacer todo lo que ellas ordenaban para terminar el trabajo. Acabado éste empezaba el festín, porque uno de los mozos iba en busca de patatas de buena calidad, de las llamadas del "riñón", para asarlas a la brasa, otro mozo se las ingeniaba para conseguir torta o "resgada" recién cocida en el horno cercano para realizar la merienda y al mismo tiempo se conseguía la sal y el aceite sin olvidar el vino necesario, que se traía de la taberna en aquellos porrones típicos de cristal.

Una vez que las mozas daban por terminada la faena, los mozos retiraban del fuego las grandes calderas y las fuertes trébedes que las sostenían y las colocaban en un lugar donde no sufrieran golpes, ya que al estar muy calientes con cualquier golpecillo podía producirse un agujero.

Se colocaban entonces las patatas entre las brasas y la ceniza para que se fueran asando en muy pocos minutos y mientras, se improvisaba una mesa sobre la que se servían las patatas, una vez asadas, la sal y el aceite para sazonarlas, presidiendo siempre el porrón de vino.

Todo esto se hacía a la tenue luz de un candil de aceite o de petróleo, o del "carburo" que era el medio de iluminación de aquellos años, antes de la instalación de la luz eléctrica. Se creaba un ambiente favorable para la intimidad, para contar chistes o anécdotas atrevidas que en aquel plan a todos agradaban.

Una vez asadas las patatas y la cuadrilla con ganas de comer, sin pérdida de tiempo, cada uno coge la patata que mejor le parece y abriéndola por el centro que está hecho harina y vaporeando de calor, la espolvorea de sal y la echa un chorrito de aceite que, disuelto se filtra por todo el interior de la patata, quedando apunto para irla comiendo con trozos de torta y tragos del vino fresco en porrón. Resultaba una merienda agradable en todos los sentidos.

En ese ambiente de alegría, risas y algazara que servía de descanso tras las duras tareas de la colada, se pasaba gran parte de la velada hasta bien entrada la noche en que se daba por terminada la reunión para irse cada uno a su casa, claro que los mozos gentilmente acompañaban a todas las mozas hasta la puerta de la suya. Y así terminaba el día de la Colada.



EL LAVADO DE LA ROPA

A la mañana siguiente, de madrugada, las mozas lavanderas se presentaban en el "lejiero" para retirar las ropas de la gran canasta y transportarlas al lavadero llamado "La Presa".

Colocada la ropa en montones en los lugares elegidos preparados con telas fuertes y los "rodilleros" y junto a ellos los baldes de cinc, se iban a casa a desayunar para reemprender luego la tarea del lavado de la ropa.

Reanudada la tarea, mientras las unas van lavando la ropa, otra de las lavanderas va extendiendo las piezas sobre el césped para que las dé el sol. Antes de que el sol secara por completo la ropa, las lavanderas se apresuran a regarla con agua clara, utilizando un cubo o balde lleno de agua y sujetándole con una mano, con la otra se extendía el agua sobre la ropa tendida en el suelo. Esta operación se hacía varias veces al día, pero por la tarde se recogía toda la ropa para volverla a aclarar en el lavadero. Después se colocaba sobre cuerdas o alambres para que se secara cuanto antes. Si el sol aparecía con fuerza, pronto estaba lista para poder recogerla y después de planchada, guardarla en el arca o en el armario.
Esta es la descripción que hace Amancio Arce Alonso sobre como hacían la colada las amas de casa de antaño en un pueblo de Burgos.


En Asturias  esta faena se solía llevar a cabo en la antojana de las viviendas, o en el zaguán o estragal. Se utilizaba la conocida tina, recipiente de madera en forma de media cuba, pero en alguna zona de Asturias también se usaban otros utensilios especiales, como la corteza cilíndrica de un tejo (en Cabrales), pero el más significativo era un pequeño barril de tres capas y con un orificio inferior.
¿Qué os ha parecido este laborioso trabajo? Y aun diremos que las lavadoras son caras.
Las fotos que ilustran el documento son de la enciclopedia de la Asturias Popular.

Lucía

No hay comentarios:

Publicar un comentario