La colada
¿Quién de nosotros no tiene en su casa una lavadora? Creo que
nadie, incluso tenemos en una segunda residencia, en el camping, ahora nos
resulta increíble poder vivir sin ella. Se oye a algunas mujeres decir en las
tiendas… bueno, yo sin la plancha... pero¡¡¡ madre mía!!! Sin la lavadora…¡¡¡imposible!!!
Pues bien, no hace tanto que los usos eran bien distintos, y ya no hablo de ir
a lavar al rio, al lavadero, a los manantiales… hablo de Hacer la colada.
Colada, en asturiano colá o bogá.
Para hacer la colada se disponía la ropa en una tinaja o
coladero, se colocaba la ceniza y se iban echando calderadas de agua lentamente, cada vez más
caliente que la anterior. Se colocaba la tina sobre una piedra circular, (yo he
visto una en la casa de Cuencas, y otra en la fuente de Balmori) que tenía un
canalillo, el coladeru, se ponía un saco sobre la tina con la ropa y sobre éste
se echaba la ceniza con un poco de laurel. Se vertían encima tres jarros de
agua templada, tres de agua caliente, tres de espumosa y tres de agua hirviendo,
todos con su lejía. Se deja cocer, y luego el agua cae al coladeru y de ahí a
la fuente de piedra llamada Pisón.
La Colada consiste en colar con la ropa sucia ceniza
previamente hervida y convertirla en líquido, cuya operación hace que al
penetrar el líquido de ceniza a través del tejido de las ropas queden éstas
limpias y blancas.
¿Y cómo se realizaba el laborioso trabajo de la Colada?
Para explicar con exactitud el proceso que las mujeres llevaban a cabo en la operación de la Colada, debemos dividirlo en cuatro partes:
1ª. Cocimiento de la ceniza.
2ª. Preparación de la ropa para la colada.
3ª. Acto de la colada propiamente dicha.
4ª. Aclarado de la ropa ya colada.
COCIMIENTO DE CENIZA
La cantidad de ceniza a cocer sería proporcional a la
cantidad de ropa que habría que limpiar; como ésta siempre era grande, grande
tenía que ser la cantidad de ceniza a emplear y que previamente se había ido
recogiendo a lo largo del año de la cocina en que ordinariamente se hacía el
fuego para cocinar y que había sido colocado en un lugar de la casa llamado
Cenicero.
Para poder cocer esa gran cantidad de ceniza se empleaban
grandes calderas de cobre que, por sus múltiples aplicaciones, todos los
hogares las tenían.
Ahora bien, para hacer hervir el agua en la caldera y en
ella cocer la ceniza era necesario aplicarla un intenso y prolongado fuego,
cosa que se hacía en un lugar donde no molestara el viento y donde tuviera
salida el humo inmenso que se producía.
A este lugar se le llamaba vulgarmente "Lejiero" y
en él hacían las coladas todas las familias del pueblo.
En general, los varones, preferentemente los mozos, eran los
encargados de aportar la leña necesaria para la cocción que se iba a realizar
y, en muchos casos, eran ellos también los que colocaban la caldera sobre unas
grandes trébedes y depositaban en ella el agua que se precisaba, e inclusive
hacían el fuego y lo atizaban hasta hacer hervir el agua.
Cuando el agua estaba en ebullición se le aplicaba la ceniza
fina que se había elegido del Cenicero y se le hacía hervir hasta convertirlo
en líquido llamado "cernada" que sin dejarlo enfriar se iba vertiendo
sobre la ropa adecuadamente dispuesta para ser colado por ella.
PREPARACION DE LA ROPA PARA LA COLADA
Mientras se hacía la cocción de la ceniza y no lejos de la
caldera, se preparaba una base de maderas que permitiera discurrir el agua que
la colada iba a despedir. Sobre esa base se colocaba una gran canasta hecha de
mimbres en la que se colocaba ordenadamente la ropa que se iba a lavar, que
previamente había estado a remojo unas horas antes. Se empezaba por poner en el
fondo la pieza más fuerte de lienzo, a continuación, las sábanas hasta terminar
por apilar las prendas más finas y delicadas, que siempre eran cubiertas por
otro lienzo fuerte sobre el que se echaba toda la "cernada" y al que
se denominaba "cernadero".
ACTO DE LA COLADA PROPIAMENTE DICHA
Este trabajo era muy corto, pero había que hacerlo con mucha
precaución, porque sencillamente consistía en coger con un cubo el líquido
cenizoso de la caldera en ebullición y colocarlo sobre la ropa acondicionada de
la canasta, operación que se tenía que repetir cuantas veces fuera necesaria
hasta dejar vacía y limpia la caldera. Y se dice vacía y limpia porque la
ceniza que quedaba cocida y en forma pastosa, también debía extenderse sobre la
ropa.
Durante toda esta operación el líquido cenizoso iba
penetrando a través de toda la ropa acondicionada en la canasta y por el
entretejido de los mimbres caía hasta el suelo donde era canalizado por las
maderas colocadas previamente discurriendo a un lugar determinado donde se
deposita sin causar molestias ni perjuicios.
Para cuando este trabajo ha terminado también se ha acabado
el día y, llegada la noche, las mujeres, en este caso las mozas, lo dan por
terminado, dejando la labor en estas condiciones hasta el día siguiente en el
que han de madrugar para realizar el aclarado de toda la ropa.
Pero no solía terminar esta penosa tarea sin algún rato de
alegría y algazara. Porque los mozos casaderos del pueblo, al acercarse la
época de hacer las coladas se preocupaban por averiguar cuándo iban a hacer la
colada las mozas con las que les interesaba sostener alguna relación amorosa, o
al menos con las que querían pasar un tiempo distraído y divertido en su
compañía.
Conocedores, por tanto, de la marcha que llevaban los
trabajos de la colada que realizaban las mozas interesadas, se juntaban tantos
mozos como mozas había empleadas en la faena y, antes de que éstas la
terminaran, se presentaban en el lugar con el pretexto de ayudarlas en los
últimos trabajos.
Si las mozas recibían la visita con agrado, los chicos se
deshacían en atenciones para con ellas ofreciéndose a hacer todo lo que ellas
ordenaban para terminar el trabajo. Acabado éste empezaba el festín, porque uno
de los mozos iba en busca de patatas de buena calidad, de las llamadas del
"riñón", para asarlas a la brasa, otro mozo se las ingeniaba para
conseguir torta o "resgada" recién cocida en el horno cercano para
realizar la merienda y al mismo tiempo se conseguía la sal y el aceite sin
olvidar el vino necesario, que se traía de la taberna en aquellos porrones
típicos de cristal.
Una vez que las mozas daban por terminada la faena, los
mozos retiraban del fuego las grandes calderas y las fuertes trébedes que las
sostenían y las colocaban en un lugar donde no sufrieran golpes, ya que al
estar muy calientes con cualquier golpecillo podía producirse un agujero.
Se colocaban entonces las patatas entre las brasas y la
ceniza para que se fueran asando en muy pocos minutos y mientras, se
improvisaba una mesa sobre la que se servían las patatas, una vez asadas, la
sal y el aceite para sazonarlas, presidiendo siempre el porrón de vino.
Todo esto se hacía a la tenue luz de un candil de aceite o
de petróleo, o del "carburo" que era el medio de iluminación de
aquellos años, antes de la instalación de la luz eléctrica. Se creaba un
ambiente favorable para la intimidad, para contar chistes o anécdotas atrevidas
que en aquel plan a todos agradaban.
Una vez asadas las patatas y la cuadrilla con ganas de
comer, sin pérdida de tiempo, cada uno coge la patata que mejor le parece y
abriéndola por el centro que está hecho harina y vaporeando de calor, la
espolvorea de sal y la echa un chorrito de aceite que, disuelto se filtra por
todo el interior de la patata, quedando apunto para irla comiendo con trozos de
torta y tragos del vino fresco en porrón. Resultaba una merienda agradable en
todos los sentidos.
En ese ambiente de alegría, risas y algazara que servía de
descanso tras las duras tareas de la colada, se pasaba gran parte de la velada
hasta bien entrada la noche en que se daba por terminada la reunión para irse
cada uno a su casa, claro que los mozos gentilmente acompañaban a todas las
mozas hasta la puerta de la suya. Y así terminaba el día de la Colada.
EL LAVADO DE LA ROPA
A la mañana siguiente, de madrugada, las mozas lavanderas se
presentaban en el "lejiero" para retirar las ropas de la gran canasta
y transportarlas al lavadero llamado "La Presa".
Colocada la ropa en montones en los lugares elegidos
preparados con telas fuertes y los "rodilleros" y junto a ellos los
baldes de cinc, se iban a casa a desayunar para reemprender luego la tarea del
lavado de la ropa.
Reanudada la tarea, mientras las unas van lavando la ropa,
otra de las lavanderas va extendiendo las piezas sobre el césped para que las
dé el sol. Antes de que el sol secara por completo la ropa, las lavanderas se
apresuran a regarla con agua clara, utilizando un cubo o balde lleno de agua y
sujetándole con una mano, con la otra se extendía el agua sobre la ropa tendida
en el suelo. Esta operación se hacía varias veces al día, pero por la tarde se
recogía toda la ropa para volverla a aclarar en el lavadero. Después se
colocaba sobre cuerdas o alambres para que se secara cuanto antes. Si el sol
aparecía con fuerza, pronto estaba lista para poder recogerla y después de
planchada, guardarla en el arca o en el armario.
Esta es la descripción que hace Amancio Arce Alonso sobre
como hacían la colada las amas de casa de antaño en un pueblo de Burgos.
En Asturias esta
faena se solía llevar a cabo en la antojana de las viviendas, o en el zaguán o
estragal. Se utilizaba la conocida tina, recipiente de madera en forma de media
cuba, pero en alguna zona de Asturias también se usaban otros utensilios
especiales, como la corteza cilíndrica de un tejo (en Cabrales), pero el más
significativo era un pequeño barril de tres capas y con un orificio inferior.
¿Qué os ha parecido este laborioso trabajo? Y aun diremos
que las lavadoras son caras.
Las fotos que ilustran el documento son de la enciclopedia de la Asturias Popular.
Las fotos que ilustran el documento son de la enciclopedia de la Asturias Popular.
Lucía
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